Sé exactamente cuánto cuesta producir mi producto o servicio.

Tengo registros claros de ingresos, egresos y rentabilidad.

Uso datos reales para tomar decisiones, no solo intuición.

Mis precios están calculados estratégicamente.

Sé cuál es mi margen de ganancia real.

Considero costos indirectos, impuestos y merma.

Tengo procesos documentados para tareas clave.

Mi equipo puede operar parcialmente sin mí.

No soy el cuello de botella del negocio.

Tengo indicadores clave (KPIs) para productividad y ventas.

Reviso estos datos regularmente.

Hago ajustes basados en datos, no solo por reacción.

Tengo un plan para escalar sin colapsar.

Invierto en herramientas o personas estratégicas.

Tengo clara mi propuesta de valor.

Mi marca se ve profesional.

Comunico valor, no solo precios.

Tengo presencia digital clara (redes, web, etc).

No estoy al borde del agotamiento todo el tiempo.

Puedo tomar vacaciones sin que todo se derrumbe.

Siento que tengo control sobre mi negocio.