Parece que en los tiempos que corren hoy en día, la informalidad en los negocios se ha hecho parte de la vida cotidiana de todos, en algunos casos es la falta de tiempo precisamente la que no nos permite ser “correctamente responsables” con nuestros pares.
En el mundo de los negocios es común sentir que nos falta tiempo para terminar con los pendientes, entregas o citas con clientes. Por ello, siempre intentamos aprovechar al máximo nuestro tiempo, pero, ¿respetamos de la misma manera el tiempo de los demás?
Te pongo un ejemplo. En muchas ocasiones me ha tocado reunirme con clientes para tratar algún tema en específico. Al acordar la hora, todos confirmamos la disponibilidad y aseguramos que estaremos ahí para revisar y/o resolver cualquier situación.
Yo me considero una persona puntual, por lo que organizo mis días acorde a las reuniones de trabajo que pueda tener. En esta ocasión diremos que la reunión es a las 4:00 de la tarde, por lo que yo llegaré alrededor de las 3:50 tomando en cuenta el tiempo para estacionarme, subir escaleras, hablar con la recepcionista y acomodarme en la sala de juntas. Pero, ¡oh sorpresa! Dan las 4:00 de la tarde y es típico que comience un show.
Algunos llegan 15 minutos tarde, otros llegan aun mas tarde y no avisan que vienen en camino, otros recuerdan tarde la cita y otros directamente no llegan.
En consecuencia, de todo lo anterior, la reunión comenzará a las 4:30 de la tarde. En estos 30 minutos que acaban de pasar, en ese lapso se ha perdido tiempo productivo de trabajo que tendrán que reponer después. Además, es probable nos sintamos desmotivados al notar la falta de compromiso por parte de los demás.
Estos panoramas son más comunes de lo que creemos, pero no por eso quiere decir que sean los indicados para trabajar. Por ello, como siempre digo, es necesario respetar el tiempo de los demás tanto como tú deseas que respeten el tuyo.
Ya sea que tengas una reunión de trabajo en una empresa, una comida de negocios o incluso una llamada para atender un tema determinado. Evita disponer del tiempo de otros, todos tenemos compromisos, pendientes e incluso temas personales que atender.
Asimismo, y en el caso de que seas tú quien esté esperando a que comience la reunión, llegue tu cliente a al restaurante o estés esperando una llamada, toma tú la iniciativa y hazles ver de manera educada que tú ya estás listo y que el tiempo programado ya está corriendo.
La importancia de respetar el tiempo de los demás
Para respetar el tiempo de los demás hay una serie de gestos que deberíamos poner en práctica:
· Ser puntual. La puntualidad causa buena impresión. Pero además es una indiscutible señal de respeto hacia el tiempo de otros.
· Si nos retrasamos, avisamos. Si no vamos a llegar a tiempo a una cita, debemos avisar y si es posible decir cuánto tiempo aproximadamente tardaremos en llegar.
· Si no vamos a ir, cancelamos lo antes posible. No debemos esperar hasta el último momento para cancelar una cita, debemos avisar cuanto antes, para que la otra persona se pueda organizar.
· Si llegamos tarde. Debemos entender que no nos puedan dedicar el mismo tiempo que si hubiésemos llegado a la hora acordada.
· Escucha cuando te hablen. Si no pones atención a la persona que te habla, ella pierde su tiempo y tú, el tuyo.
· Evita disponer del tiempo de otros. No debemos comprometer a terceras personas para hacer algo sin avisarles. Pregunta, antes de nada.
En definitiva, es importante cumplir con lo que decimos y no abusar deliberadamente del tiempo de otros. Estos gestos nos ayudan a administrar mejor nuestro tiempo, y proteger el tiempo de los demás.
¿Cuánto valor tiene tu palabra?
Tu palabra te define
Es difícil definir exactamente porque se incumple la palabra al momento de hacer un cita de negocios, o dar una respuesta que la otra persona espera. Todos hemos sucumbido a la presión de decir “sí” a algo que realmente no tenemos intención de hacer. De aceptar retos que sabemos de antemano que no podremos cumplir, o de hablar con autoridad sobre algo que realmente no conocemos.
Es evidente que, en la mayoría de los casos, no hay una intención deliberada de mentir, engañar o dañar a los otros. Todos tratamos de ser personas buenas, generosas y confiables. Entonces, ¿por qué caemos en este tipo de actos? Pues, generalmente, por nuestras propias carencias.
Miedo al conflicto
Muchas de las veces que hemos roto promesas, incumplido contratos y faltado a nuestra palabra ha sido por una falta de asertividad. Tenemos el deseo de agradar, complacer y ganarnos el favor de las personas que nos importan. Y, por ello, puede resultarnos complicado negarnos a sus peticiones. En muchas oportunidades también por salir de una situación rápidamente y fijar como resolverlo “más adelante”.
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